Ya pudimos comprobar hace unas semanas el enfrentamiento existente en algunas localidades, como era el caso entre Almudévar, entre los hidalgos y el “pueblo llano” por el control del poder local. En muchas ocasiones comenzaba siendo un enfrentamiento social aunque siempre tenía enfrentamientos económicos: “el pueblo llano” con menos poder económico y casi siempre pequeño agricultor, se enfrenta a los hidalgos, adinerados y en muchas ocasiones terratenientes y ganaderos.
Pero este enfrentamiento que hemos visto protagonizar alguna vez para detentar el poder del consejo solo ocurría en poblaciones de mayor número de habitantes, en localidades pequeñas este conflicto se plantea desde su inicio con otros argumentos y los habitantes y “el pueblo llano” de estas poblaciones no aspiran a alcanzar el poder, sino que pretendían una mejora de su economía.
Eso es lo que va a ocurrir en Labata en 1745. Sus vecinos no pretender controlar el Ayuntamiento, sino únicamente intentan que el reparto de los impuestos sea mas equitativo; pero no intentando hacer pagar a los hidalgos, sino impidiendo que se acojan a esta categoría familias que no tienen el rango de nobleza que presumen.
En febrero de 1745 los vecinos del lugar de Labata no pueden aguantar más la presión fiscal a la que están sometidos. Las cargas son muchas pero los designados para pagar son pocos, y parece ser que cada vez menos. Los hidalgos, entre otros privilegios, estaban exentos de pagar impuestos al Rey, por lo que toda la contribución que debía recaudar en una población se repartía entre los vecinos del pueblo llano quedando libre de pago los nobles.
Por ello deciden enviar un pedimento a la Real Audiencia de Zaragoza para obligar a los hidalgos de Labata que demuestren su hidalguía, ya que piensan que el número de integrantes de esta clase aumentaba cada vez más.
En su informe encabezado por el vecino Roque Usón, declaran que ya no pueden “llebar ni sostener todas las cargas que como a tales se hallan precisados” y por tanto piden “acudan os hidalgos a manifestar los títulos que tubieren para su pretendida esencion “, ya que a pesar de haber acudido varias veces al Ayuntamiento a informarse sobre este tema y pedir no los tuviesen por hidalgos hasta que no lo demostrasen, nunca habían tenido respuesta. El motivo que exponen es muy lógico e incluso lo aducen con cierta resignación, “no an hallado consuelo alguno (en el Ayuntamiento) a causa de que los que han governado y gobiernan, an sido y son la mayor parte de dichas familias”.
El planteamiento de los vecinos de Labata no deja de ser realista y práctico. No intentan alcanzar el poder local, reconocen que han estado y están en manos de los hidalgos; no piden que se les obligue a pagar a los hidalgos, saben que en ese momento es imposible, únicamente piden que estén exentos de pagar sólo los hidalgos, y por tanto solicitan que estos demuestren su hidalguía para que puedan seguir disfrutando de sus derechos, ante la sospecha que hay algunos que dicen ser hidalgos y el pueblo cree que no lo son.
El listado de hidalgos que incluyen en el informe que presentan es muy numeroso, y puede ser considerado escandaloso conociendo la población que tiene en estos momentos Labata.
Los que incluyen en el informe y según los vecinos se hacen llamar hidalgos son 14 familias, y ahí descubrimos apellidos como los de Bescos, Bailo, Acebillo, Trallero, Lizana, Viñuales, León de Mur, Correas o Sobrino entre otros. Catorce familias en unos años en que los censos se registran una población de 21 vecinos unos 110 habitantes.
Dos terceras partes de la población de Labata estaban formadas por hidalgos y una tercera parte era la que soportaba toda la fiscalidad.
Es por ello comprensible la petición de los vecinos, ya que la pequeña población de Labata se había convertido una cuna de hidalgos Alto Aragoneses.
La Audiencia acepta la denuncia y solicita al Ayuntamiento demuestre la hidalguía de tanto vecino, a lo que responde su alcalde, prosupuesto también hidalgo, que conserva en su archivo una copia de la “cedula de empadronamiento de idalgos de la Villa de Labata” mandada hacer por Real Orden en 1737. Estaba al frente del Ayuntamiento ese año Alejandro Acebillo, “infanzon, alcalde y juez de la villa de Labatta”.
La cantidad y los apellidos que presentan el padrón confeccionado ocho años antes son los mismos, pues en tan pocos años las líneas genealógicas no han cambiado y envían una copia testificada por el notario para demostrarlo ante la Real Audiencia de Zaragoza.
Ante esta prueba los vecinos y “el pueblo llano” tienen todo perdido y el 22 de marzo de 1745 la Real Audiencia dicta sentencia por la cual “el Ayuntamiento no deve innovar en el empadronamiento que hizo en el año de mil settecientos treinta y siete “. Nada cambió Labata siguió con su alto porcentaje de infanzones e hidalgos y el resto de la población siguió haciendo frente a la alta fiscalidad de la época.
Fuente: Diario Alto Aragón Domingo, 9 de Marzo de 1997
Por Armando Serrano Martinez
Pero este enfrentamiento que hemos visto protagonizar alguna vez para detentar el poder del consejo solo ocurría en poblaciones de mayor número de habitantes, en localidades pequeñas este conflicto se plantea desde su inicio con otros argumentos y los habitantes y “el pueblo llano” de estas poblaciones no aspiran a alcanzar el poder, sino que pretendían una mejora de su economía.
Eso es lo que va a ocurrir en Labata en 1745. Sus vecinos no pretender controlar el Ayuntamiento, sino únicamente intentan que el reparto de los impuestos sea mas equitativo; pero no intentando hacer pagar a los hidalgos, sino impidiendo que se acojan a esta categoría familias que no tienen el rango de nobleza que presumen.
En febrero de 1745 los vecinos del lugar de Labata no pueden aguantar más la presión fiscal a la que están sometidos. Las cargas son muchas pero los designados para pagar son pocos, y parece ser que cada vez menos. Los hidalgos, entre otros privilegios, estaban exentos de pagar impuestos al Rey, por lo que toda la contribución que debía recaudar en una población se repartía entre los vecinos del pueblo llano quedando libre de pago los nobles.
Por ello deciden enviar un pedimento a la Real Audiencia de Zaragoza para obligar a los hidalgos de Labata que demuestren su hidalguía, ya que piensan que el número de integrantes de esta clase aumentaba cada vez más.
En su informe encabezado por el vecino Roque Usón, declaran que ya no pueden “llebar ni sostener todas las cargas que como a tales se hallan precisados” y por tanto piden “acudan os hidalgos a manifestar los títulos que tubieren para su pretendida esencion “, ya que a pesar de haber acudido varias veces al Ayuntamiento a informarse sobre este tema y pedir no los tuviesen por hidalgos hasta que no lo demostrasen, nunca habían tenido respuesta. El motivo que exponen es muy lógico e incluso lo aducen con cierta resignación, “no an hallado consuelo alguno (en el Ayuntamiento) a causa de que los que han governado y gobiernan, an sido y son la mayor parte de dichas familias”.
El planteamiento de los vecinos de Labata no deja de ser realista y práctico. No intentan alcanzar el poder local, reconocen que han estado y están en manos de los hidalgos; no piden que se les obligue a pagar a los hidalgos, saben que en ese momento es imposible, únicamente piden que estén exentos de pagar sólo los hidalgos, y por tanto solicitan que estos demuestren su hidalguía para que puedan seguir disfrutando de sus derechos, ante la sospecha que hay algunos que dicen ser hidalgos y el pueblo cree que no lo son.
El listado de hidalgos que incluyen en el informe que presentan es muy numeroso, y puede ser considerado escandaloso conociendo la población que tiene en estos momentos Labata.
Los que incluyen en el informe y según los vecinos se hacen llamar hidalgos son 14 familias, y ahí descubrimos apellidos como los de Bescos, Bailo, Acebillo, Trallero, Lizana, Viñuales, León de Mur, Correas o Sobrino entre otros. Catorce familias en unos años en que los censos se registran una población de 21 vecinos unos 110 habitantes.
Dos terceras partes de la población de Labata estaban formadas por hidalgos y una tercera parte era la que soportaba toda la fiscalidad.
Es por ello comprensible la petición de los vecinos, ya que la pequeña población de Labata se había convertido una cuna de hidalgos Alto Aragoneses.
La Audiencia acepta la denuncia y solicita al Ayuntamiento demuestre la hidalguía de tanto vecino, a lo que responde su alcalde, prosupuesto también hidalgo, que conserva en su archivo una copia de la “cedula de empadronamiento de idalgos de la Villa de Labata” mandada hacer por Real Orden en 1737. Estaba al frente del Ayuntamiento ese año Alejandro Acebillo, “infanzon, alcalde y juez de la villa de Labatta”.
La cantidad y los apellidos que presentan el padrón confeccionado ocho años antes son los mismos, pues en tan pocos años las líneas genealógicas no han cambiado y envían una copia testificada por el notario para demostrarlo ante la Real Audiencia de Zaragoza.
Ante esta prueba los vecinos y “el pueblo llano” tienen todo perdido y el 22 de marzo de 1745 la Real Audiencia dicta sentencia por la cual “el Ayuntamiento no deve innovar en el empadronamiento que hizo en el año de mil settecientos treinta y siete “. Nada cambió Labata siguió con su alto porcentaje de infanzones e hidalgos y el resto de la población siguió haciendo frente a la alta fiscalidad de la época.
Fuente: Diario Alto Aragón Domingo, 9 de Marzo de 1997
Por Armando Serrano Martinez
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